Mi abuela era un árbol
cuya memoria se agitaba con el viento.
En las tarde me encantaba columpiarme en sus brazos
y ver las cosas
desde la increíble altura de su infancia,
aunque a veces,
presionada por mis preguntas,
se le quebraban las ramas
y llorando
me dejaba en el suelo.
Alberto Forcada - México
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