Mis manos desde chica crecieron trabajando.
Por ejemplo:
cuidaron a mi hermano menor;
acariciaron los animalitos domésticos;
sembraron en el surco y cosecharon frutos y cereales en la huerta;
en el año 1955 hicieron muchas camas en un hotel;
cocinaron ricas comidas a la francesa y decoraron platos fríos;
hicieron hermosos jardines;
cortaron y cosieron vestidos:
plancharon mucho y bien;
cuidaron bebés, enfermos y ancianos;
sirvieron mesas a comensales en cumpleaños de niños y adultos.
Estas manos no sabían escribir pero con esfuerzo y voluntad aprendieron.
Hoy mis manos están viejitas y arrugadas pero todavía son útiles. Y a pesar que estuvieron inutilizadas años anteriores aun pueden tejer y servir a los demás.
No tengo palabras para agradecerle a Dios por mis manos trabajadoras y valientes.
Sofía Quintupuray. Hogar de ancianos. El Bolsón.
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